Veremos casos reales del problema de la falta de cultura financiera y cómo podemos empezar a resolverlo rápidamente y de manera sencilla.
Casos reales: el problema de la falta de cultura financiera
Hace unos meses leí en Expansión que un estudio de la Comisión Nacional del Mercado de Valores sobre la educación financiera entre los ciudadanos revelaba un bajo nivel de conocimientos. Es más, la plataforma HollyMontt reflejaba también que sólo el 16% de los encuestados que tienen entre 22 y 54 años reconoce contar con suficientes conocimientos para gestionar sus ahorros. Porcentaje que baja al 11% entre los 22 y 34 años.
No es algo nuevo ni que me sorprenda. La mayoría de las personas se centran básicamente en los típicos productos bancarios (cuentas, depósitos) y en todo caso en comprar algunas acciones para el medio-largo plazo. Fuera de esto poco o nada conocen, e incluso de lo que se supone que sí saben seguramente cosas importantes tampoco.
Mira, te voy a contar una pequeña historia real como la vida misma que le sucedió a mi madre en el 2007. El director del banco le llamaba por teléfono y la citó en la sucursal. Le quería vender un producto que durante 5 años te daba unos intereses fijos y garantizados (nada del otro mundo) y tras 5 años te devolvían tu dinero pero en acciones de ese banco a un precio muy concreto, un precio elevadísimo. Yo me encontraba fuera de viaje y no pudo consultármelo. Al final confió en el director del banco, lo hizo y fue un desastre total.
Pero espera, también a un vecino que en ese momento no tenía confianza con él y cuando la tuve fue cuando me contó su caso, resulta que fue al banco en busca de un producto financiero garantizado donde su dinero no peligrase aunque los intereses fuesen bajos. Iba pensando en un depósito. Pues terminaron colocándole un depósito estructurado, que poco tiene que ver con un producto garantizado. Perdió dinero.
Y para terminar y no seguir aburriéndote, una persona que conozco terminó por sucumbir a los encantos de las hipotecas multidivisa, en concreto en yenes, que era la típica en su momento, buscando que se abaratase mucho. Al final prácticamente logró lo contrario, el importe de su hipoteca, el dinero que tenía que devolver al banco, se duplicó.
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